Encadenamientos para la producción

Ante la actual crisis fiscal, mucho se comenta sobre los instrumentos fiscales y las decisiones que se tienen que tomar en torno a la deuda y el déficit.  No obstante, hay otros elementos a considerar. Si bien las casas acreditadoras nos hablan de que para encaminar a Puerto Rico, tenemos que reducir el gasto gubernamental  y atender asuntos como los sistemas de retiro, también insisten que un componente fundamental es tener una visión de desarrollo económico clara y definida.

En el primer punto, por ejemplo, lejos de mantener o reducir el presupuesto, esta administración decidió aumentar el presupuesto en 800 millones de dólares (Mensaje de Presupuesto, 2013).  Es importante recalcar que esto ha tenido efectos devastadores para la economía.  Al aumentar el presupuesto (e imponerle más contribuciones al pueblo), el Gobierno tenía la esperanza de lograr más recaudos.  Sus proyecciones fallaron por cientos de millones de dólares.  Por lo tanto, las agencias recibieron menos dinero del que tenían presupuestado.  ¿Cuál fue el resultado?  Que las agencias dejaron de pagarle a las corporaciones públicas, como la AEE,  que ahora está en una situación precaria porque no tiene liquidez económica.

En cuanto a la visión de desarrollo económico, todavía no se ha articulado un plan coherente con el objetivo de potenciar los sectores que generan riquezas y empleos.  He argumentado en el pasado que este plan debe de tener como elemento fundamental el empoderamiento de los pequeños y medianos comerciantes y empresas (las PYMES).  ¿La razón?  En EE.UU. y otras jurisdicciones las PYMES son las que generan riquezas y empleos (Kauffman Foundation).

Para lograr ese empoderamiento de las PYMES, debemos comenzar quitando obstáculos que interrumpen el crecimiento económico y la creación de empleos.  Esto incluye reducir las altas tasas contributivas, agilizar y acortar al tiempo mínimo el proceso de obtener permisos, bajar los costos energéticos,  descartar la reglamentación excesiva, ineficiente, anticuada y contraproducente.

Además de eliminar obstáculos, el Gobierno debe asumir un rol facilitador.  En colaboración con el sector privado y la sociedad civil, y con los datos en mano, el Estado puede ayudar en el proceso de encadenamiento de producción de comercios y empresas.  El encadenamiento implica crear un espacio donde se generen enlaces entre diferentes empresas y/o comercios, donde cada uno compone un eslabón (de la cadena de servicio o producción) con el objetivo de ser más productivos, eficientes y competitivos. (Daniel Arango, www.portafolio.co/economia/encadenamientos-productivos-internacionalizacion) Al crearse estos vínculos, entonces se logra una penetración económica más amplia y de mayor impacto.  Como resultado, se generan oportunidades y empleos en diferentes sectores de la sociedad, a lo que se suma la capacidad de añadir valor a la economía.

Varios gobiernos en nuestra región están participando en este tipo de esfuerzo con resultados positivos, entre ellos Costa Rica, México, Chile y Colombia (e.g. “Encadenamiento Productivo”, http://www.cepal.org/; “Informe Final: Encadenamientos y exportaciones”, http://www.estadonacion.or.cr).   Su estrategia se basa en conocer mejor las empresas existentes, e identificar las oportunidades que pueden surgir al encadenarse.

El encadenamiento productivo tiene varias vertientes.  Entre ellas está la que enfatiza lo local, como también la cadena a nivel global.  Un ejemplo del encadenamiento local puede visualizarse en el sector del turismo.  Al llegar al aeropuerto, la experiencia de nuestros visitantes normalmente se limita a ir directamente al hotel y hacer alguna que otra gira.  Pero si se establecen lazos más estrechos de colaboración mutua entre hoteles, aerolíneas, transportistas, restaurantes locales, suplidores de alimentos y bebidas, museos, eventos musicales o culturales, operadores de tours especializados, y los distintos puntos de interés turístico como El Yunque, El Morro, el Observatorio de Arecibo y las Cavernas de Camuy, entre otros, el turista puede llevarse una experiencia más completa y placentera de su visita a la Isla.  De esta forma, no solo logramos maximizar todos los activos de nuestra región que se puedan interconectar, sino que aumenta la aportación que hace ese visitante a nuestra economía.

Igualmente podemos lograr ventajas competitivas estableciendo procesos de encadenamiento en otras industrias, como por ejemplo, en la producción de biocombustibles.  En este sector, no necesariamente tenemos la materia prima (como la tiene Brasil), pero sí tenemos el recurso humano capacitado (con adiestramiento adicional) que nos permitirá, tanto procesar biocombustibles como desarrollar investigación científica en este campo.  Insertándonos como un eslabón en esta cadena global, podríamos generar un desarrollo económico que hoy no estamos capturando.

Como vemos, una estrategia de desarrollo económico no se logra con tan solo ofrecer incentivos contributivos, y menos aún aumentando el presupuesto gubernamental.  Se necesita reducir los obstáculos actuales,  identificar objetivamente los sectores de competitividad regional, y encadenar los activos existentes (o fomentar la creación de los que falten) para maximizar la producción y el valor añadido de nuestra economía.   Con tantos activos que tiene nuestra Isla, es cuestión de planificar y ejecutar, con una visión clara y definida que nos dirija hacia un mejor Puerto Rico.

 

Twitter: @ricardorossello

El Vocero de Puerto Rico | martes, 16 de septiembre de 2014

Respondabilidad

No, no es un error.  Leyó correctamente: respondabilidad… no responsabilidad. En algunos lugares, se ha comenzado a utilizar “respondabilidad” (e.g. Caridad y Pelekais, 2005) para transmitir los conceptos que el término “accountability” en inglés conlleva: (1) asumir responsabilidad ante la comunidad, (2) rendir cuentas, y (3) tener compromiso administrativo, moral y legal ante otros.  En otras palabras, es una acción que busca urgentemente formas de evitar las excusas para dejar de hacer las tareas correctas y ejecutarlas efectivamente.

Si consideramos las acciones indebidas que vemos a diario en las noticias sobre el sector público, como también el privado, podemos concluir que la respondabilidad se ha convertido en un reto global.  Pero resulta curioso, y un tanto preocupante, que en español solo recién comenzamos a utilizar un término que comunica un sentido de asumir responsadilidad y compromiso, cuando sin embargo, hemos desarrollado el léxico para describir la  estafa, la irresponsabilidad, el abuso de confianza, la improvisación y la falta de credibilidad.En una columna anterior discutimos la importancia de la credibilidad como uno de los tres factores más importantes para que un gobierno sea efectivo (los otros dos siendo la calidad de la política pública, y la capacidad de ejecutar).   No debe sorprenderle a nadie que ante la falta de respondabilidad, la credibilidad se afecta.  De la misma forma, aunque el panorama sea difícil (como lo es en Puerto Rico), tener respondabilidad fomenta la credibilidad en un sistema, un gobierno o una persona.¿Por qué es importante este concepto particularmente en el gobierno?  Porque significa que los oficiales públicos (electos y no electos), tienen la OBLIGACION (no la alternativa) de explicar sus decisiones y acciones a sus ciudadanos.  La respondabilidad gubernamental se puede producir mediante varios mecanismos políticos, legales, administrativos y tecnológicos diseñados para evitar la corrupción y asegurarnos que los oficiales le rindan cuentas al pueblo que le sirven.  En su ausencia, la corrupción, la dejadez gubernamental, la ineficiencia, y la mala administración no tan solo florecen, sino que se convierten en parte del sistema.

¿Cómo esto nos está impactando hoy en Puerto Rico?  Tomemos como ejemplo falta de respondabilidad bajo la actual administración:

1. Aumentar el presupuesto cuando hay crisis fiscal y no aceptar responsabilidad de la debacle que fue producto de esa decisión (degradación de las riquezas, potenciales quiebras de las corporaciones públicas).
2. Decir que bajará el IVU en el mensaje de estado (2013), para luego no solo incumplir esa promesa, sino expandir el IVU a otros artículos previamente exentos.
3. Incumplir la promesa de crear 50,000 empleos; y aún así decirle al pueblo que se crearon, cuando los datos dicen que hemos perdido 38,000 (BLS.gov)
4. Decirle a los maestros que no hay intención de hacer una ley para reformar su sistema de retiro por la mañana, y varias horas más tarde, someter un proyecto en la Legislatura.
5. Decir que las obligaciones generales no serán tocadas, y semanas después decir que “pueden ser incapaces de pagar sus obligaciones”
6. Dejar a oscuras al mercado de valores y las casas acreditadoras por meses, afectando así nuestra credibilidad y nuestras riquezas.
7. Y en general, no cumplir sus promesas bajo el estribillo de “esto es culpa de la pasada administración” o “de las pasadas administraciones”, toda vez que indicaban que no echarían la culpa a nadie.

Excusas, mala administración, política publica errada, actos irresponsables, y falta de transparencia son solo algunos de los efectos de la falta de respondabilidad.  Debe quedar claro para el lector que esto nos afecta, pues se destruye la credibilidad del gobierno porque éste no rinde cuentas sobre sus promesas, ni sobre los índices y las métricas actuales, y porque rehúye a su deber de asumir responsabilidad sobre cualquier debacle – echándole la culpa a sus predecesores.   Es decir, este gobierno no RESPONDE.

¿Qué alternativas tenemos para el futuro?  En este mundo de alta tecnología y método científico, podemos ir implementando una cultura de respondabilidad utilizando herramientas diseñadas para ello.  Podemos detallar un sistema estatal de respondabilidad, donde nuestro gobierno fragmentado, que no contabiliza eficientemente su dinero, genera la oportunidad para la corrupción, y genera muy poco desarrollo, se convierta en otro donde el cumplimiento, los resultados, y los objetivos sean claros y se puedan tabular. Pero esto conlleva que el pueblo le exija a su liderato un alto nivel de respondabilidad.

En resumen, aunque esta palabra no existe todavía en la Real Academia Española; podemos esperar que seguramente será aceptada el futuro.  Su importancia en este mundo moderno es indispensable e imperativa.  Comencemos entonces a incorporarla desde ya a nuestro vernáculo, para así articular los valores y comportamientos que conlleva.  De cara a la transformación hacia un nuevo Puerto Rico,  la respondabilidad será un criterio fundamental para sacar a la Isla del atolladero y dirigirla en la dirección correcta.   El poder  para lograrlo está en nuestras manos.

El Vocero de Puerto Rico | martes, 29 de julio de 2014

Lo que nos dice el informe del GAO

El reciente informe de la General Accounting Office o GAO (Oficina de Contraloría General de EE.UU.) ha dado mucho de qué hablar y se ha prestado para diversas interpretaciones por parte de aquellos que se niegan a ver la realidad que vive nuestro pueblo de una manera objetiva, basada en los datos.  Las críticas que han lanzado muchos líderes de PPD contra el informe son simplemente una reacción defensiva ante unos hechos que derrumban los mitos que por años han tratado de darle vida artificial al ELA; mitos que a su vez han tratado de crear una imagen distorsionada de la Estadidad.

Si se estudia el informe con detenimiento, se pueden destilar tres puntos esenciales: 1.) Que el ELA ha fracasado como modelo socioeconómico; 2.) Que la Estadidad brindaría mayor estabilidad política y social; y 3.) Que bajo la Estadidad tendremos más acceso a recursos y fondos federales.

Antes de analizar cada uno de estos aspectos, creo pertinente hablar un poco del origen del informe.  Este surge tras un pedido del representante Richard Norman “Doc” Hastings (Republicano, Distrito 4 del estado de Washington), quien preside el Comité de Recursos Naturales de la Cámara federal.  Confeso enemigo de la Estadidad, Hastings ordena el informe para estudiar el impacto sobre la economía estadounidense que tendría Puerto Rico convertido en el estado 51 de la Nación.  Hastings se limita a solicitar un análisis sobre los programas federales que benefician a la Isla, y la GAO, siendo una agencia seria y altamente competente en su desempeño, genera un informe -como siempre hace- circunscrito a los parámetros del que lo solicita.  Por ende, vemos que el informe no profundiza sobre ciertos aspectos como el dinamismo de nuestra economía, especialmente la manera en que se estimularían los mercados locales, sobre todo los bienes raíces, de Puerto Rico convertirse en estado.  Aún así, creo que el propio Hastings no esperaba hallazgos tan favorables para la Estadidad.

Regresando a los tres puntos esenciales del estudio, vemos que este pinta un cuadro devastador para el ELA.  Bajo el ELA colonial/territorial, los niveles de ingresos y de empleo en la Isla han sido inferiores que en los estados. En el 2011, el 45.6% de nuestra población se encontraba bajo el nivel de pobreza federal. Esto es más del doble que el 22.6% en Missisipi, el estado con mayor población  bajo el nivel de pobreza. A su vez, el ingreso promedio de hogares en Puerto Rico es de $18,660, mientras que en Estados Unidos es de $50,502; y en Missisipi, el estado más pobre, el ingreso promedio es de $36,919. (pág. 9-10 del informe, nota al calce 19-20) Es decir, bajo el ELA, los puertorriqueños solo ganamos en promedio el 37% de la media de los Estados Unidos y la mitad de  lo que se gana en el estado más pobre.  Al mismo tiempo, Puerto Rico cuenta con el nivel de desempleo más alto (16% en el 2011) y la participación laboral más baja (42.1% en el 2011 – hoy ronda el 41%) de los Estados Unidos (y la tercera mas baja a nivel global). El estado con nivel de desempleo más alto es Nevada con 13.2% y el nivel de participación más baja es 54.1% en West Virginia (pág. 10, nota al calce 21).  Además, el informe certifica que la recesión criolla (más bien “depresión” criolla) comenzó en el último trimestre del 2006, y nuestra economía estuvo en contracción continua desde el 2007 hasta el 2011. En el 2012 tuvo un leve crecimiento de 0.1%; y para el 2013, el Banco Gubernamental de Fomento proyecta que la economía se contrajo en 0.4%. (pág. 9)  En pocas palabras, el ELA es un modelo socioeconómico que ya no da más, está fracasado, y por eso (y sus profundas deficiencias democráticas) una mayoría de 54% votó en su contra en el plebiscito de 2012.

La GAO también nos dice que la estadidad traería mayor estabilidad para nuestra gente.  El informe indica que la estadidad eliminaría el riesgo sobre la incertidumbre del estatus de Puerto Rico y cualquier riesgo relacionado a tal incertidumbre que impida la inversión económica.  Asimismo, en términos de actividad comercial, la Estadidad puede aumentar la posibilidad de relocalización de industrias de los demás estados a Puerto Rico.  A corto plazo, el aumento en fondos federales bajo la Estadidad podría estimular la economía puertorriqueña.  Igualmente, los puertorriqueños tendrían acceso al “federal income tax credit” (EITC), lo que estimularía el empleo, y el aumento en transferencias federales permitiría a Puerto Rico reducir sus gastos gubernamentales. (págs. 29-31)

El tercer punto es que ciertamente tendremos más acceso a recursos y fondos federales; unos $5,500 millones adicionales, según el cálculo conservador de la GAO, aunque uno puede hacer un a comparativa con un estado con características similares como Oklahoma, el cual recibe unos $17,000 millones adicionales.   Bajo la estadidad recibiríamos $500 millones más para Medicare; y Medicaid aumentaría de $685 millones actualmente a cerca de $2,100 millones anuales.  Lo mismo dice el informe sobre el incremento en fondos para los programas de asistencia nutricional (aumentaría a $2,700M v. $1,900M actualmente); el programa de ingreso suplementario (SSI, por sus siglas en inglés; aumentaría a $1,800M v. $24M actualmente, el cual estaría ayudando a clases vulnerables como los envejecientes y discapacitados y creando miles de empleos); a lo que se suma el aumento en estudiantes que tendrían acceso a becas Pell y el incremento en fondos para propuestas educativas bajo el Titulo I. (Apéndice II del Informe, págs. 65-97)

En resumen, el GAO ratifica que la Estadidad traería a la Isla lo que miles de nuestros hermanos y hermanas están buscando cuando se mudan a los Estados: mayores ingresos, menos desempleo, mayor estabilidad y un repunte económico.  No me cabe la menor duda que con el potencial que tiene nuestra gente, Puerto Rico no solo sería un gran Estado, sino el estado más destacado de la Nación.  Mientras los grupos de oposición siguen sumidos en el pasado, pensando en lo chico, creo que somos muchos los que entendemos que para nuestra Isla, hay que pensar en grande, aspirar a tener plenos derechos democráticos, y maximizar nuestras capacidades para encaminarnos hacia un mejor Puerto Rico.

twitter:  @ricardorossello

El Vocero de Puerto Rico | Lunes, 7 de abril de 2014

La Credibilidad de un Gobierno

Todos hemos conocido personas que nos han dicho en algún momento que “lo único que tienen es su palabra”, o que nos dan su “palabra de honor”.  Confiamos en ellos porque tomamos como buena su promesa.  Pero tan pronto nos fallaron, se hizo más difícil creerles en otra ocasión.  Y si nos fallaron continuamente, llegamos al punto en que no confiamos ni creímos más en cualquier cosa que nos dijeran.

Al igual que en las relaciones interpersonales, la palabra y la credibilidad de un gobierno juegan un rol fundamental en el resultado de su gestión.  De hecho, la manera más precisa de evaluar la efectividad de los gobiernos tradicionalmente se centra en tres elementos: (1) la eficiencia y efectividad del servicio gubernamental (2) la calidad, formulación e implementación de la política pública, y (3) la credibilidad del gobierno (e.g Government Effectiveness Indicator).  Los primeros dos puntos los tocaremos en otras columnas;  por ahora, solo reseñaremos la importancia de la credibilidad.

Cabe preguntarse, ¿tiene el pueblo puertorriqueño confianza en su gobierno?  ¿Entiende el elector que el gobernante por el cual votó hace buena su palabra?  Para contestar esta interrogante, invito al lector a hacer un análisis de un patrón que se ha perpetuado en los últimos años; un patrón en que las promesas medulares de la campaña no solo han quedado cortas o hasta incumplidas, sino que en la mayoría de los casos, el gobierno de turno ha hecho todo lo contrario a lo prometido.

Quiero establecer que no estoy diciendo que un gobernante u administración llegue al poder con el propósito expreso de faltarle a su palabra.  Ciertamente, cada gobierno viene con los mejores intereses de servir bien.  Lo que estamos analizando aquí es el resultado de no llegar a cumplir -por el motivo que sea- con el compromiso hecho con el pueblo.  Como modo de ejemplo, esta administración prometió cosas que el pueblo tomó como buenas: que crearía 50,000 empleos, que bajaría el costo del agua y la luz, y que no tocaría el sistema de retiro porque todo eso se resolvía “reajustando prioridades”.  Pero, ¿cuál fue el resultado cuando la promesa chocó con la realidad?  Pérdida de 20,000 empleos, aumentos en el costo del agua y de la luz, cambios dramáticos en el sistema de retiro.

Luego de un periodo de transparencia y estabilización bajo la pasada administración, lo mismo sucedió con la credibilidad de Puerto Rico en el exterior, cuando, recientemente,  las casas acreditadoras le retiraron su confianza al gobierno actual y degradaron el crédito de la Isla.  Tras meses de afirmar públicamente que las casas acreditadoras “no gobernaban a Puerto Rico”, que “le valía” lo que pensaran, y mostrar una actitud desafiante hacia las acreditadoras de no entregar a tiempo, incompletos y/o faltos de detalles y transparencia los datos e informes solicitados, el gobierno actual despertó a la realidad de verse forzado a soportar el duro golpe del descrédito.  ¿El resultado?  Mas medidas impositivas para el pueblo, que nos limitan a corto mediano y largo plazo.  Ahora, le tomará a nuestra gente años salir del escollo.

Sencillamente, la falta de cumplir con la palabra empeñada afecta la credibilidad y, por lo tanto, la efectividad de un gobierno.

Ante este escenario, tenemos que trazar un plan de futuro para recuperar esa credibilidad perdida.  Con el fin de proponer alternativas viables para el desarrollo real de Puerto Rico, por los pasados tres años hemos reunido un grupo de excelentes profesionales para encaminar lo que denominamos el Plan para Puerto Rico.  Es un plan definido, con una visión clara, que ya ha pasado por varias fases.  Hemos identificado la raíz de los problemas que nos aquejan;  estudiamos las mejores y peores prácticas a nivel global;  hemos detallado el primer borrador del plan; y ahora, basado en ciertos parámetros, abrimos sesiones de trabajo con el Pueblo para recibir su insumo directo y analizar distintas propuestas.  Finalmente, todas estas propuestas se convertirán en legislación, lista para ejecutarse de manera rápida y eficaz.  En todas las fases, hemos ido reclutando y añadiendo personas que quieren aportar de distintas maneras con sus ideas, sus planes y su talento.

Lo esencial de este plan es que siempre estará basado en la realidad que vive día a día nuestra gente, y así se le presentará al Pueblo.  Las promesas que suenen demasiado buenas, si no tienen la sustancia y la evidencia que las apoyen, no serán validadas.  Y tiene que ser así, porque por demasiado tiempo ya hemos caído en un patrón donde la planificación brilla por su ausencia,  donde hay poca ejecución de los que llegan al poder, y donde existe una constante improvisación ante los problemas.

Un plan basado en evidencia y orientado en los resultados es una alternativa real que nos preparará para atender nuestros problemas de raíz.  Es la alternativa que nos permite identificar el talento que pondrá ese plan en acción.  Y nos permitirá asumir nuestras responsabilidades como se debe, para generar confianza y credibilidad en nuestras propias capacidades.

La época de promesas llanas y unidimensionales se acabó.  Es tiempo de establecer metas de futuro, integradas, reales y alcanzables.  La época de esperar que una persona “salve” a Puerto Rico quedó atrás;  es hora de formar un equipo de trabajo con la visión y disposición de atender los problemas de Puerto Rico basándose en hechos concretos.  El momento para transformar a Puerto Rico ha llegado, y comienza restableciendo la credibilidad en un gobierno como el nuestro, que siempre debe ser del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo.  Juntos Podemos.

Twitter: @ricardorossello

El Vocero de Puerto Rico | Lunes, 10 de marzo de 2014

Modernización económica en Puerto Rico II: Líder en nuestra región

Modernización económica en Puerto Rico II: Líder en nuestra región

En la pasada columna, discutimos la importancia de tener una visión clara y un plan definido para atender los problemas de Puerto Rico, específicamente cuando se trata de transformar nuestro modelo económico. En ese espíritu, establecimos que teníamos que esbozar una visión clara e identificar las mejores prácticas.  En base a ello, y utilizando nuevas herramientas científicas y tecnológicas a nuestra disposición, trazar un plan detallado a corto, mediano y largo plazo.

Establecimos que la visión de Puerto Rico para un modelo económico moderno debía ser una de un gobierno facilitador (tanto en la eficiencia de servicios, como en la plataforma económica) que contraste con la visión actual de un gobierno paternalista (gobierno que te carga con impuestos y no produce),  además de una cultura de añadir valor en nuestra región y globalmente para producir y crecer. Examinemos entonces en nuestra región las mejores prácticas y los resultados.

Bajo cualquier parámetro que se mida, el estado de la Florida es el líder indiscutible de nuestra región; la metrópoli económica de las Américas.  ¿Qué características tiene este estado y qué elementos podemos incorporar en Puerto Rico para maximizar nuestras ventajas como pueblo?  Veamos.

En términos económicos, el producto bruto per cápita de la Florida es más del doble que la de Puerto Rico (Datos: $39,770 vs. $16,987, World Development Indicators).  La gente gana más: el 61% de la población gana más de $35,000 v. solo 27% en PR; mientras que en PR el 61% de la población gana menos de $25,000 (US Census).  El porcentaje de las personas que trabajan es 20 puntos más que en Puerto Rico: 60%, v. 40324% de la población (BLS.gov). ¿Y los puertorriqueños que se han mudado para allá?  Un 56% trabaja o está buscando empleo.

Es decir, la economía es más grande (per cápita), la gente gana más, y hay más oportunidades de trabajo.  ¿Cómo comparan los sectores privado y público en ambas jurisdicciones?  En trabajos generados por el gobierno, Puerto Rico aventaja a la Florida (72 por cada 1000 ciudadanos en PR v. 59 por cada 1000 en FL).  En el sector privado, Puerto Rico produce la mitad de los empleos que en Florida: 170 por cada 1000 (PR) v. 324 por cada 1000 (FL).  Y vemos esa dramática diferencia también en el sector público.  Mientras en la Florida solo 1 de cada 6 empleos es producido por el gobierno, en Puerto Rico es 1 de cada 3, ¡el doble!

Esto denota la gran dependencia en nuestro gobierno como generador de empleos, lo que  además impacta negativamente a la hora de los recaudos. Al tener una economía más prospera, con más empleos privados y ciudadanos que generan más ingreso, el fisco genera fondos de ese intercambio, y de los impuestos a esas compañías.  De hecho, la actividad económica en la Florida es tal, que sus ciudadanos no tienen que pagar impuestos estatales individuales sobre el ingreso; solo pagan impuestos federales.   Y aunque en Florida hay un impuesto sobre las foráneas alto (relativo a Puerto Rico, pero normal en las jurisdicciones de EE.UU.), el impacto económico es mermado por otros elementos como: (1) costo de la electricidad, (2) costo y calidad de la mano de obra, (3) cercanía a los mercados, (4) un ecosistema de apoyo, (5) el riesgo de inversión por la situación política y/o social,  entre otros.

En columnas subsiguientes evaluaremos las políticas publicas que conllevan al éxito de la Florida (y otros países en nuestra región), como también el alto potencial que tiene nuestra isla de convertirse en líder regional y hemisférico.  Por ahora, basta adelantar que para lograr el progreso que deseamos, nos vemos obligados a transformar radicalmente nuestra visión, nuestras prácticas y la política pública actual que nos mantiene rezagados en el pasado.  Esto no es una cuestión de ideales o retórica, sino de decisiones firmes y concretas, basadas en hechos y datos sobre nuestra realidad actual.

Reafirmo que el poder de transformar positivamente a Puerto Rico está en nuestras manos.

twitter: @ricardorossello

La Modernización Económica de Puerto Rico (Parte I): Fundamentos

La Modernización Económica de Puerto Rico (Parte I): Fundamentos

“Lo menos que hace falta es obligar el pago de nuevos impuestos y poner más cargas sobre nuestros sectores productivos”

“El Estado Libre Asociado es uno de los países de peor contracción económica en el mundo”
- The Economist

La discusión política en Puerto Rico ha girado recientemente en torno a las medidas económicas propuestas por la Administración actual. En sinopsis, para tratar de solucionar el déficit del Gobierno, el estancamiento económico, el aumento en el desempleo y la degradación del crédito de la Isla, lo único que propone la Administración actual es meter la mano en el bolsillo al puertorriqueño con más impuestos y otras medidas que cargan excesivamente al trabajador y la clase media. Esta es una estrategia anticuada y fracasada, que no rendirá beneficio alguno, y que demuestra una falta de entendimiento de nuestra situación y nuestro contexto.

Un gobierno puede generar dinero:
(1) Recortando proyectos sociales y/o trabajos en el sector público
(2) Aumentando los impuestos a la ciudadanía
(3) Eliminando/reduciendo ineficiencias dramáticas en el costo de operación del gobierno
(4) Eliminando/reduciendo las ineficiencias en el sistema de recaudo del erario
(5) Fomentar un sector privado robusto, que a su vez le devolverá mayores economías al gobierno y menos dependencia en el gobierno.

Todas estas estrategias se pueden implementar individualmente o en conjunto, para crear un plan fiscal coherente y robusto. Sin embargo, el Gobierno actual ha optado solamente por la solución número 2, y sin tener una visión clara y definida en cuanto a cuáles impuestos ni cómo los implementarían.

Esta estrategia simplista tiene varios problemas inherentes. Primero, el trabajador y el comerciante puertorriqueño ya están sobrecargados de impuestos. Además, en una economía decreciente, imponerle cargas adicionales al Pueblo limita aun más la capacidad de crecimiento. De otra parte, la falta de visión y de un plan definido ha provocado que los sectores económicos y de inversión vean a Puerto Rico como un lugar riesgoso e inestable. ¿El resultado? El valor de nuestra propiedad disminuye, el potencial de generar empleos es menor, y el desarrollo socioeconómico de la Isla seguirá en deterioro.

Para entablar una conversación profunda sobre la situación económica, necesitamos entender el problema que enfrentamos y establecerlo de manera precisa. Asimismo, nos compete entender el contexto económico local y global para poder diseñar política pública sana e implementar mejores prácticas. Esto implica conocer a fondo nuestro entorno y los competidores, como también observar las mejores prácticas en otras partes del mundo, las tendencias, y determinar cuáles de esas prácticas positivas podemos aplicar en Puerto Rico. Y claro está, tener una visión clara y un plan definido de las metas que se quieren alcanzar.

El problema real es que la economía de Puerto Rico lleva años en recesión, y más de una década demostrando señales de decadencia. Estamos estancados bajo un modelo económico que, aunque rindió frutos en el pasado, hoy día no es sostenible. El mundo ha cambiado, y nosotros nos hemos quedado rezagados.
Para el 1952, la manufactura era el eje de la economía global, la mano de obra puertorriqueña era barata, Puerto Rico tenía una relación económica única y beneficiosa con Estados Unidos y la economía mundial aun no estaba tan globalizada como ahora.

Hoy día, la manufactura dejó de ser el eje económico global, la mano de obra del puertorriqueño no es tan barata y Estados Unidos tiene más de 20 tratados de libre comercio, lo que ha globalizado y regionalizado el comercio estadounidense y deja sin efecto el trato preferencial que tenía Puerto Rico en el pasado.
Para atender esta situación, necesitamos añadir valor a nuestra economía, insertarnos en el entorno socioeconómico regional y global, fomentar un sector privado robusto y reducir dramáticamente las ineficiencias dentro del gobierno. En otras palabras, tenemos que darle más valor a nuestra gesta económica porque, como hemos argumentado anteriormente, Puerto Rico solo representa el 0.047% de la economía global y nos compete buscar alternativas para hacer crecer ese porcentaje, como lo han hecho otros países y estados. Igualmente nos compete crear un gobierno eficiente y facilitador. Sobre este concepto hablaremos en otras columnas.

Pasemos entonces a definir nuestro contexto. Aunque se habla mucho de una economía globalizada, la realidad es que el impacto económico mayor de la globalización es regional. Es decir, las economías se han ‘regionalizado’.

Nuestra región económica se compone de varios estados del este y sur de Estados Unidos, el Caribe, y varios países en Centro y Suramérica. En la figura adjunta hay una lista que muestra nuestros competidores. Por ahora, solo observen los estados/países que son nuestros competidores. En las próximas columnas veremos dos ejemplos importantes: El líder en nuestra región y un país con alto desarrollo y crecimiento. Examinaremos cómo están insertándose en la economía regional, y sus políticas públicas que les permite ser más efectivo y eficiente.

Podemos resumir entonces que para modernizar nuestra economía lo menos que hace falta es obligar el pago de nuevos impuestos y poner más cargas sobre nuestros sectores productivos. Tenemos que fomentar la actividad económica de manera innovadora, con una visión clara que sirva de norte para la transformación.
No podemos seguir por la vía de la improvisación. Tenemos que trazar una nueva ruta con un plan definido para un mejor Puerto Rico. El poder está en nuestras manos.

Valor añadido (¡Sí vale!)

Valor añadido (¡Sí vale!)

“Nuestra única escapatoria de este escenario nefasto es planificar de antemano y diseñar una plataforma para Puerto Rico”

En la víspera de los 100 días de esta administración, la discusión política ha girado en torno a los asuntos económicos: la ley Empleos Ahora, el 888 para el Retiro, las 933A y la continua degradación sistemática de los bonos del Gobierno de Puerto Rico. Lamentablemente, esta discusión económica ha sido una reaccionaria, de soluciones a la ligera para tratar de “apagar el fuego”. No se ha visto planificación ni ejecución certera. Las soluciones, por tanto, están mal diseñadas y son poco efectivas.

Veamos los dos proyectos principales establecidos por la Administración.

Primero, el proyecto de ley de Empleos Ahora propone crear 50 mil empleos en 18 meses.  Aunque su título sugiere una meta loable, el objetivo real de esta ley es generar empleos de consumo y bajos salarios. La medida tiene dos problemas fundamentales: (1) todavía no hay indicación de que estos empleos se estén creando y, más importante aun, (2) esta estrategia no añade ningún valor a la economía de Puerto Rico.

¿Qué significa añadir valor? La economía se mide en base a su crecimiento. Si vemos el tamaño de la economía puertorriqueña hoy día, es más pequeña que la economía en el 2000. Encima de ello, para crear empleos y pagar salarios, hay que producir. Y lejos de producir, la actividad económica de los establecimientos que generarían esos nuevos empleos es una de consumo. Por lo tanto, esta ley no está añadiendo valor alguno a la economía porque lo que propone es cortar el mismo bizcocho en pedazos distintos. La percepción podrá proyectarse de mil maneras, pero el resultado real es que el bizcocho económico no crecerá con esta ley.

¿Cuán grande es el bizcocho en Puerto Rico? La economía de Puerto Rico representa el 0.08% de la economía global y solo un 0.047% en valor añadido. Eso significa que el 99.96% de las riquezas y la actividad económica están fuera de la Isla. Si queremos crecer y añadir valor a nuestro patrimonio, tenemos que generar actividad aquí, y ver cómo convertimos a Puerto Rico y a los puertorriqueños en agentes productivos y de importancia en la economía global.

El aeropuerto de Panamá sirve de ejemplo en este sentido. Latinoamérica necesitaba un aeropuerto que conectara toda la región. Panamá vio esa oportunidad y decidió establecerse como el centro de transbordo aéreo latinoamericano. Tras implantar esta iniciativa, el crecimiento en el flujo de pasajeros en los últimos cinco años ha sobrepasado el 60%. Ahora Panamá es un punto de encuentro para generar negocios, transacciones y turismo (que, de hecho, aumentó en 300% en la última década). Con esa acción visionaria, este país hermano añadió valor a su economía y a la región. Hablaremos en detalle sobre este caso en otra columna.

Pasando entonces al problema de Retiro, precisamente por no añadir valor y no tener visión a largo plazo, se esfuman los recursos de este sistema y se degrada el valor de nuestros bonos. El Sistema de Retiro tenía para el 1999, muchísimos más recursos que ahora. Como modo de ejemplo, el Sistema de Retiro de los Maestros contaba con un 91% en ganancias disponibles, relativo a sus obligaciones. Hoy día sus ganancias no sobrepasan el 15%. Es decir, hoy el Gobierno tiene solamente 15 centavos en ganancias netas por cada dólar que debe a sus pensionados. El sistema decayó porque, lejos de buscar alternativas para logar un crecimiento sostenible, se utilizaron los recursos de Retiro para atender otros asuntos. Esto provocó que se desangrara el sistema, sin tener un plan para poder sustituir esos fondos. Esto es producto de mala planificación, y tratar de solucionar serias deficiencias con el “eso será el problema de otra administración”. En otras palabras, no buscaron añadir valor a la economía; quisieron comerse todos los frutos del árbol en lugar de expandir el huerto, o al menos hacer que el árbol produjera más.

Ante esta debacle, ¿cuál es la solución que propone la administración actual? Ir al bolsillo del trabajador y del pensionado, para que ellos paguen por la ineficiencia y falta de visión de los funcionarios que mal administraron esos fondos. El costo original, se estima, será más de $150 millones al año que saldrán del bolsillo del puertorriqueño. Esta solución no solo atenta contra la estabilidad económica, atenta contra la estabilidad emocional de nuestro Pueblo.

Finalmente, ¿qué tiene que ver la degradación de bonos con el valor añadido a la economía?  Todo. Una economía que no proyecta crecimiento, que proyecta mala planificación y poca visión, reduce su valor porque, ante los ojos de los mercados financieros, esa economía mantiene una perspectiva negativa. Al reducirse el valor de los bonos, se reduce la inversión, bajan los empleos, y el importe total de nuestras riquezas se devalúa. Esto se convierte en una vorágine negativa muy difícil, sino casi imposible de parar.

Nuestra única escapatoria de este escenario nefasto es planificar de antemano y diseñar una plataforma para Puerto Rico con visión y que añada valor.

Después de casi 100 días, queda evidenciado que esta administración no tiene norte y que añadir valor no está en las cartas. Por el contrario, esta administración ya ha declarado públicamente que “le vale” la condición del crédito de Puerto Rico.

Pero a los puertorriqueños sí les vale; sí les vale porque la reducción en el valor de sus casas y propiedades les toca a ellos personalmente en sus finanzas; sí les vale porque cada vez hay menos puertorriqueños trabajando y produciendo; y sí les vale, especialmente cuando la administración atenta contra su bolsillo para resolver problemas que no tienen nada que ver con el Pueblo, sino con la mala gestión del Gobierno.

Si queremos una economía robusta y un mejor Puerto Rico, el valor añadido tiene que ser parte integral de la agenda de cualquier administración futura. Estableceremos en futuras columnas alternativas para llegar a ello. El poder de echar a Puerto Rico adelante está a nuestro alcance y en nuestras manos.

¿Primero la gente?

“Atacar el bolsillo del consumidor es simplemente un remedio fácil e inmediato que no sana el mal sistémico que sufre la Isla”

En los últimos días, hemos escuchado un sinnúmero de expresiones e indicadores que presagian un porvenir altamente preocupante para Puerto Rico. Al mismo tiempo, hay un esfuerzo concertado de parte de la administración de turno para tratar de minimizar la inmensa seriedad de esa realidad y distraer la atención del Pueblo con otros asuntos de menos importancia.

Se trata de una serie de problemas que se veían venir hace tiempo. En una columna anterior (‘Desarrollo o decadencia’, abril 2011), estipulamos la realidad de los recortes federales y lo que implicaban para Puerto Rico. Igualmente, hemos alertado en este espacio sobre la delicada realidad del Sistema de Retiro y el efecto negativo que tiene en la economía la percepción de inestabilidad creada por el clima de incertidumbre debido a la falta de planificación y capacidad administrativa del gobierno actual.

Ninguna de estas consideraciones estaba ponderada con detenimiento en la campaña del Partido Popular, cuyo Programa de Gobierno rige la dirección de Puerto Rico por los próximos cuatro años. Lo que sí se esbozó en esa plataforma, bajo el lema ‘Primero la gente’ fue lo siguiente:

(1) Bajar el costo del agua, (2) bajar el costo de la luz, (3) reducir el crimen y (4) crear 50 mil empleos.
Obviamente, estas son propuestas generales, con las cuales cualquier persona sensata tiene que estar de acuerdo. Pero como dice el refrán, “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Nunca se presentó en esa plataforma un plan específico de cómo lograr esas metas. Sí se articulaba en el documento que para lograr esto e incentivar la economía, solo se necesitaba “redirigir los recursos que él (el gobernador Luis Fortuño) le ha dado a sus amigos” (Alejandro García Padilla, 25 octubre 2012).

La realidad es que en los primeros 50 días de su administración, García Padilla ha tenido que cambiar la tónica. Evaluemos. En los primeros dos puntos, ha hecho lo contrario: ha subido el agua y la luz; en el tercero no existe evidencia alguna de un plan de envergadura; y se ha visto cómo muchos recursos ahora se están ‘redirigiendo’ hacia los ‘amigos’ del bando rojo. En cuanto al cuarto punto, se aprobó a la ligera una ley con severos déficits de planificación y serias dudas de parte de un sinnúmero de expertos sobre la posibilidad y sustentabilidad real de crear 50 mil empleos en 18 meses.

De otra parte, vimos cómo el Gobernador estipuló que si los recortes federales entran en efecto, se verá obligado a despedir maestros y bomberos (MoneyNews.com, 24 febrero 2013). Paralelo a esto, se perfiló un ataque vil contra el Presidente del PNP, cuyo único objetivo era distraer la atención pública sobre la realidad social y económica de Puerto Rico.

Ese mismo día salieron varios reportes y opiniones destacando que los problemas eran generados por nosotros o por culpa de otros gobiernos y que todos tendremos que pagar. El problema con este modo de pensar es que intenta inmunizar a una administración de un evento económico (1) que ellos conocían, (2) para el cual no se prepararon, y (3) que ellos han inducido y catalizado con su propia proyección de incapacidad y falta de planificación.

Con esto en mente, hay que mantenerse al tanto en estas semanas de un sinnúmero de medidas que atentan contra el bolsillo del consumidor de manera histórica. Estas medidas (que rememoran la ‘medicina amarga’ de hace cuatro años) irán acompañadas por estribillos como “es lo necesario para el País” o “no hay otra alternativa”. A la misma vez, escucharemos supuestos ‘escándalos’ y un enfoque en otros asuntos no medulares para tratar de distraer la atención pública.

¿Es entonces atacar el bolsillo del consumidor –de la clase media y media baja, del pequeño empresario– la única alternativa para reactivar la economía y atender el déficit? NO, por supuesto que no. Atacar el bolsillo del consumidor es simplemente un remedio fácil e inmediato que no sana el mal sistémico que sufre la Isla. Es un claro indicador de la falta de planificación y visión que tiene este Gobierno.

Existen alternativas y alternativas reales. Solo hay que ser creativo y planificarlo de antemano. Utilizar la ciencia y las mejores prácticas para poder detallar una ruta y, lejos de ignorar los obstáculos, incluirlos para poder detallar la realidad con mayor precisión y profundidad. Un plan de verdadero progreso tiene que incluir la visión de un Puerto Rico que pueda aportar significativamente en la economía regional y global. Y debe identificar los nichos donde los puertorriqueños podemos ser competitivos y sobresalir. Esta es la visión que se tiene que esbozar para lograr un Puerto Rico de progreso.

Lamentablemente, la situación actual es que la consigna de ‘Primero la gente’ se ha convertido en ‘Primero [ir al bolsillo de] la gente’; una política errada que atenta contra el progreso de nuestro Pueblo. Escribo esto porque es importante señalar lo que está aconteciendo; entender que la propuesta de impactar al Pueblo no es la única opción, y justificarlo solo perpetúa la salida fácil, emblemática de la falta de capacidad y visión.

Solo con un plan ejecutable, basado en una visión clara y de vanguardia, nos encaminaremos hacia un mejor Puerto Rico.

Encuestas para el Pueblo VI: El impacto de las marcas

En el mundo del mercadeo, uno de los elementos más importantes es el impacto positivo que tiene el nombre y la marca de un producto. En muchos casos, los productos sobreviven simplemente por esa reacción positiva que genera su marca, aunque el producto en sí sea inefectivo u obsoleto.

De manera similar, en la discusión del status de Puerto Rico, hay ‘marcas’ que se han mercadeado por muchos años, como el ELA (Estado Libre Asociado), la Estadidad y la Independencia. Y hay otras más recientes, como la Soberanía.

¿Cuál es el valor perceptivo de estas ‘marcas’ relativo a su valor real? Para tener una idea, Boricua ¡Ahora Es! encuestó al Pueblo sobre cuánto favorecían algunas de estas alternativas. Primero se le preguntó utilizando solo el nombre de la ‘marca’. Luego, se hizo la misma pregunta de otra manera, utilizando una definición.

Las comparativas (en dos muestras poblacionales) fueron las siguientes:

¿Favoreces el ELA? | ¿Favoreces el status actual?
¿Favoreces la Estadidad? | ¿Favoreces la unión permanente con Estados Unidos con voto presidencial, representación, los beneficios y responsabilidades económicas que conlleva?
¿Favoreces la Independencia? | ¿Favoreces la Soberanía?

Los resultados fueron los siguientes:

¿Favorece el Estatus Actual?
Sí: 39%
No: 50%
No sabe: 8%
No contestó: 3%

Sin embargo, cuando preguntamos:
¿Favorece el ELA?, los resultados fueron distintos:
Sí: 44%
No: 46%
No sabe: 5%
No contestó: 5%

Importante resaltar que esto fue una muestra de 1200 entrevistas, con un margen de error de 2.8%. Por lo tanto, ante la misma pregunta, y a pesar de que el ELA es lo mismo que “el status actual”, el pueblo rechaza significativamente más el término “status actual” (50%) que el ELA (46%).

¿Favoreces la Estadidad?
Sí: 51%
No: 37%
No sabe: 7%
No contestó: 5%

¿Favoreces la unión permanente con Estados Unidos con voto presidencial, representación, los beneficios y responsabilidades económicas que conlleva?
Sí: 67%
No: 22%
No sabe: 5%
No contestó: 5%

Nuevamente, vemos una diferencia significativa entre la ‘marca’ Estadidad y lo que implica.  En este caso, la ‘marca’ sale peor (-16%) que la explicación. De igual forma, hicimos la misma comparación entre la Independencia y la Soberanía (no el ELA soberano).
¿Favoreces la Independencia?
Sí: 5%
No: 90%
No sabe: 2%
No contestó: 3%
¿Favoreces la Soberanía?
Sí: 15%
No: 67%
No sabe: 9%
No contestó: 9%

Este último resultado es interesante porque refleja varias cosas. Primero, al igual que la ‘Estadidad’, la marca de la Independencia (-10%) es percibida con menos apoyo que un anónimo (soberanía). De otra parte, el nombre de las fórmulas (la marca), definitivamente tiene un impacto significativo en la percepción del público. Por lo tanto, si no se lleva el mensaje claro de lo que IMPLICA cada fórmula, los nombres solamente nos pueden llevar a dar una respuesta que podría ir en contra de nuestros intereses. Vemos en este caso que el reconocimiento de ‘marca’ está ayudando al ELA, pero no es así para las otras fórmulas.

Cabe resaltar, no obstante, que a pesar de la limitación de marca que tiene la Estadidad, y el reconocimiento de marca que tiene el ELA, la Estadidad (51%) sigue saliendo favorecida a más alto nivel que el ELA (44%). Pero estas diferencias pueden ser aun mayores si comenzamos a ‘mercadear’ las opciones de status en términos del contenido, las implicaciones y la definición de la fórmula, en vez de utilizar el nombre o la marca de dicha formula.

Tenemos que llevar el mensaje para votar por el contenido, y no por ‘marcas’. Por su puesto, el que un 50% de la población esté en contra del status actual, mientras que solo un 39% esté a favor, envía un mensaje claro para votar por el ‘NO’ en la primera pregunta del plebiscito. Este resultado ha sido consistente con otras encuestas que hemos publicado en este rotativo. También debe ser un alerta para que, a 27 días del plebiscito, comuniquemos claramente lo que significa el ‘Sí’ (a favor del status actual) y el ‘No’ (en contra del status actual). Si hacemos ese trabajo, y nos concentramos en las implicaciones de cada opción, en vez de ver solo el nombre con que la bautizaron… rechazaremos el sistema actual.

Las marcas dejan de subsistir cuando la percepción positiva de un beneficio del pasado es socavada por la realidad de la inefectividad del presente. Es un proceso natural de desgaste que ya hemos visto en marcas notorias como Enron, Blockbuster, Nortel, Eastern Airlines y otras que expiraron porque mantenerlas vivas resultaba en detrimento al consumidor.

¿No es tiempo de que suceda lo mismo con el expirado ELA? Vamos a decirle ‘NO’ al status actual que resulta en detrimento para todos los puertorriqueños, sin distinción de colores o afiliaciones.
El poder de transformar a Puerto Rico está en nuestras manos.

Encuestas para el Pueblo (Parte I)

Encuestas para el Pueblo (Parte I)

“Si se esclarece la realidad de que la colonia nos afecta a TODOS, entonces el ‘No’ debería ganar.”

Dentro de unos 60 días, el Pueblo de Puerto Rico estará participando de un evento plebiscitario en el que decidirá su destino político. Dada la importancia de este voto, nuestro movimiento Boricua ¡Ahora Es! ha decidido ir más allá de dar las charlas educativas que hemos estado efectuando alrededor de la Isla.

Cabe señalar que nuestro movimiento se basa en tres principios: (1) Ser inclusivo a todos los sectores e ideologías, (2) hablar con datos y evidencia, y (3) empoderar al Pueblo con herramientas para convertirlo en el eje del universo político en Puerto Rico. Basados en estos principios, contratamos a la firma encuestadora Gaither International para proveer semanalmente una o una serie de preguntas encuestadas con el fin de entender a profundidad el cuadro de la opinión pública en torno a lo que consideramos la pregunta central del evento, una de las preguntas más importantes que nos hemos hecho como Pueblo: “¿Está de acuerdo con permanecer con la situación actual territorial? Sí o No”.

¿En qué se diferencian estos nuevos sondeos? Típicamente, vemos que las encuestas públicas van dirigidas a conocer un posible resultado, pero a veces no nos permiten investigar el porqué de esos resultados. Nuestra expectativa es indagar sobre las razones detrás de la opinión pública encuestada para que la ciudadanía y los diversos medios utilicen los datos obtenidos para internalizar el proceso, entender el ánimo de la opinión pública y orientar al elector a tomar una decisión en el plebiscito con el máximo número de elementos de juicio a su favor.

En encuestas generales recientes, hemos visto que los resultados a la primera pregunta han sido variables. En algunas el ‘Sí’ sale ganando por dobles dígitos, en otras el ‘No’ gana por muy poco. También encontramos que hay un gran sector de la población que no sabe o está indeciso (típicamente alrededor del 25%; o uno de cada cuatro ciudadanos).

Hoy, visitamos dos preguntas básicas que ha hecho Gaither de cara al voto plebiscitario. La primera es “¿Sabes lo que es una colonia?” Los resultados han sido sorprendentes. Solo el 53.9% de los encuestados indicó saber lo que es una colonia; es decir, menos de 6 personas de cada 10 conocen lo que implica ser una colonia.

Una colonia es “un territorio bajo el control político inmediato de otro estado o país”. Conforme a nuestro esquema sociopolítico actual, Puerto Rico es una posesión de Estados Unidos, sujeto a los poderes plenos del Congreso, bajo la Cláusula Territorial (Artículo 4, Sección 3) de la Constitución de Estados Unidos. No tiene miembro representativo con voto en este Cuerpo que determina el destino de los puertorriqueños, y no tiene voto presidencial. Por ende, está sujeto a un soberano externo, y no tiene el poder de gobernar su propio estado. Es decir, la Cláusula Territorial implica que somos una colonia, y al desistir de “la condición actual territorial” dejaríamos de estar en este estado falto de poderes políticos.

Constatado esto, ¿cuántos puertorriqueños entienden que somos una colonia? Aquí también vemos un resultado interesante: el 66.2% de los puertorriqueños (casi 7 de cada 10) entiende que Puerto Rico es una colonia, mientras que el 28.1% entiende que no lo somos. Solo 3% no sabía, o no contestó. Combinando los resultados de las encuestas que utilizaron estas dos preguntas, vemos que en Puerto Rico, la mayoría de la población entiende que Puerto Rico es una colonia (66.2%),  aunque solo un (53.9%) dice entender lo que conlleva ser una colonia. No obstante, solo un 30-42% entiende votaría ‘No’ a la colonia.

¿Será entonces el resultado producto de la falta de conocimiento sobre las limitaciones del sistema territorial colonial? A eso apuntan los datos. Ya 2 de cada 3 puertorriqueños entienden que Puerto Rico es una colonia; si se esclarece la realidad de que la colonia nos afecta a TODOS, entonces el ‘No’ debería ganar por un margen similar.

Es importante entonces, en estos últimos 60 días antes del plebiscito, establecer claramente 3 fundamentos: (1) la definición de la colonia (arriba), (2) cómo nos afecta a todos, y (3) cómo podemos progresar si eliminamos este obstáculo. Nos compete a todos entender que en Puerto Rico, bajo el sistema político actual, no tenemos participación igual; ganamos menos dinero; estamos en los últimos 3 en el mundo en participación laboral; estamos entre los 10 países/territorios en el mundo en contracción económica; 9 de cada 10 niños salen de la escuela pública sin las herramientas mínimas para competir; estamos entre los primeros en el mundo en problemas de salud (muertes por diabetes y obesidad), y estamos entre los primeros 15 en el mundo en asesinatos per cápita y en desigualdad social.

La próxima semana veremos otras preguntas/contestaciones para continuar el proceso de esclarecimiento, camino al plebiscito.

Con el poder en las manos, podremos cambiar la nefasta tendencia que estamos viviendo y veremos que un mejor Puerto Rico, sí es posible.